MARÍA CIUDADANAS
Víctimas no, ciudadanas sí
De: Sen. Norma Morandini (norma.morandini@senado.gov.ar)
Enviado: lunes, 08 de marzo de 2010 08:07:05 p.m.
Por Norma Morandini
Periodista, escritora, senadora por la provincia de Córdoba.
Cuarenta años después de que las feministas en Europa tiraran los corpiños en las plazas publicas en señal de libertad y rebeldía, nosotras las argentinas seguimos victimizándonos como adolescentes. Tal vez porque llegamos tarde a la democracia, vivimos como nuevos fenómenos que en las sociedades más modernas ya fueron institucionalizados como derechos. Por reivindicar a la mujer, somos menos enfáticas a la hora de exigir la equiparación de nuestros derechos. Antes que madres u esposas, ciudadanas de plenos derechos. Una mujer ciudadana es la que apela a sus derechos y se solidariza con las otras mujeres. No son leyes las que nos faltan, ya que la jerarquía constitucional de los Tratados Internacionales dieron a nuestra legislación un gran impulso democratizador. Resta un profundo cambio cultural para que las mujeres dejemos de ser denigradas como personas. Pero igual no me gusta la victimización del género. En relación con las mujeres políticas, vivimos la paradoja de tener una mujer en la Presidencia y una de las mayores representaciones parlamentarias del planeta. Sin embargo, sobrevive entre nosotros el modelo político de mujeres poderosas nacidas de la costilla de un hombre poderoso, sea un padre o un marido. No se me escapa que ya pisan fuerte mujeres autónomas, pero en la política, en general, son los hombres los que nos siguen nombrando para cumplir con la obligación de incluir de cada tres candidatos a una mujer. No quito los méritos personales que se le adjudican a la Presidente, pero vale preguntarse si culturalmente la sociedad argentina está preparada para aceptar en la presidencia a una mujer sin marido. Siempre me llamó la atención que muchos de los que denostan a la Presidente lo hacen por su atuendo, en cuanto los que la aplauden, elogian su elocuencia. Una como otra, puras apariencias. De modo que se sigue midiendo a la mujer con una vara tradicional. Ser para el otro, no para nosotras mismas. O sea, la libertad interior que es la que nos impulsa a SER, sin temor a que nos abandonen, en la vida, en el trabajo o la política si osamos decir NO.
Hoy tenemos la mayor libertad de movimiento que se recuerde en la historia, sin embargo, seguimos esclavizadas a la estética, las dietas. Buscamos más ser miradas, que respetadas u admiradas. Las chicas jóvenes llenan las universidades, pero pueden ser violadas en los baldíos. Las más pobres entran en el circuito del tráfico de mujeres. ¿No existe una vinculación entre la estética revisteril, puras tetas y siliconas, que como modelo televisivo cosifica a las mujeres y facilita que cualquier canalla ofrezca a las pobres chicas de provincia fama o dinero? El tráfico de mujeres, que nos increpa como el drama social más escandaloso del llamado mundo moderno y torna una burla la jactancia histórica de la "revolución silenciosa" de las mujeres. ¿No será que es silenciosa porque el ruido se procesa entre cuatro paredes? De modo que antes que sentirnos víctimas, las que pudimos saltar los estigmas autoritarios, tenemos la obligación de exigir políticas de Estado que conviertan a las mujeres en ciudadanas de pleno derecho. Mujeres con educación, trabajo y libertad para elegir qué quieren hacer con sus vidas. Ni diablas ni santas. Tan solo María ciudadanas.
De: Sen. Norma Morandini (norma.morandini@senado.gov.ar)
Artículo publicado en el diario Página 12 el 5/03/10
......................O.......................
El retorno del patriarcado misógino
Por Diana Maffia
Mirar como feminista a nuestra presidenta me llena de conflictos. Por un lado, es tan obvio el disimulo de la molestia de sindicatos, dirigencia política, dirigencia del campo y hasta de la cultura cuando su presencia pone en evidencia la monocorde testosterona del poder, que me parece hasta estratégico su estallido de colores en vestuario y maquillaje. Por otro lado, que hable el mismo lenguaje de poder que los viejos jerarcas me desespera.
Cuando en la primera conferencia de prensa que ofreció, un periodista señaló que la precedía un halo de perfume, me pregunté cuál sería el olor habitual de las conferencias de prensa presidenciales. Reconozco el retorno de la más dura misoginia cuando se usan hacia ella epítetos degradantes que revelan que para no irritar al patriarcado, una “mujer pública” debería ser una mujer accesible para cualquier hombre, y no una mujer política. Pero también advierto que cuando la Presidenta busca reconocimiento no lo busca en las mujeres, sino precisamente en ese contexto patriarcal: quiere ser una de ellos, quiere mostrar que se puede entrar al club y jugar con tacos altos.
¿Nos alcanza entrar al juego de la política exacerbando la apariencia y simulando la identidad ideológica profunda en la concepción del poder? Yo creo que no. Creo que debemos distinguir lo que esperamos de la política, distinguir muy bien entre una agenda de mujeres, una agenda de género y una agenda feminista.
La diferencia que encuentro es relevante: una agenda de mujeres propondrá políticas públicas dirigidas especialmente a nosotras, dentro de las funciones que la cultura nos reserva. De allí saldrán subsidios para las amas de casa, o planes de familia para que realicemos tareas de cuidado. Una agenda de género se ocupará principalmente de la desigualdad entre varones y mujeres, procurando que el Estado intervenga con políticas públicas transversales y específicas para promover la equidad. Habrá entonces una preocupación por la distribución equitativa de las tareas domésticas o por la igualdad laboral. Una agenda feminista tiene la radicalidad política de reconocer la naturalización de formas de opresión múltiples y cruzadas, que encuentran su soporte material en los cuerpos, y cuya permanencia a través de diversos sistemas políticos denuncia la raíz patriarcal de la democracia (que es sexista, pero también racista, clasista, heterosexista y adultocéntrica).
No estoy diciendo que no sean necesarias políticas focales para mujeres: lo son, y las mujeres que rodean a Cristina y a Alicia Kirchner con manos extendidas de esperanza y gestos de agradecimiento así lo revelan. Estoy diciendo que espero políticas de equidad, en una gestión en que no se ha trabajado ideológicamente en ese marco. Y estoy diciendo que como feminista tengo críticas profundas que ni siquiera entran en el diálogo de este gobierno.
Pero también quiero decir que hay que saber ponerse delante de la Presidenta cuando la atacan con una violencia verbal y soez indigna de su investidura, que hay que saber distinguir en la oposición los gestos que proponen cambios profundos en la política (en los que me incluyo) de los que sólo proponen retornos, y que no hay que aceptar que la condición de mujer de Cristina Fernández nos ponga una mordaza frente a los avances furiosos del patriarcado misógino que es político y no hormonal.
*Dra. en Filosofía y diputada de la ciudad de Buenos Aires.
Artículo publicado en el diario Página 12 el 5/03/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario