Patricia Bullrich*
15.09.2008
Para el Gobierno no hay distancia alguna entre la Nación como hecho histórico y social y la gestión de gobierno como realidad circunstancial de un país. Envidia la Presidenta a Brasil, pero evidentemente no distingue la razón por la cual esta república tiene logros que la Argentina no obtiene. La política exterior de Itamaraty es una de ellas. Es que las relaciones entre naciones no pueden estar mediadas por las necesidades políticas domésticas de un gobierno ni, menos aún, por una diplomacia incapaz de pensar más allá de sus propias narices.
Está claro que el Gobierno cree que todos actúan como ellos lo hacen. Son incapaces de pensar más allá de su propia lógica. El matrimonio presidencial está convencido de que la única manera de ejercer el poder es a su imagen y semejanza. En consecuencia, no pueden pensar otro modelo institucional que aquel que se deriva de una justicia ligada y subordinada al poder político. Sólo desde ese lugar se puede conjeturar que hoy en los EE.UU., con su crisis hipotecaria, en un año electoral, hayan desarrollado una estrategia para colocar una valija con dinero, y luego montado una operación de alta ingeniería política con el objetivo de perjudicar a la candidata a presidenta de la República Argentina.La denuncia, reiterada, de una intencionalidad política manifiesta de un gobierno extranjero en contra de la Argentina, deja al descubierto su propia lectura de la política y de la construcción del poder. En realidad, es la proyección de su propia actuación: amañar a la Justicia para que no investigue. Suena a conocido en la matriz de poder que el kirchnerismo representa. El gobierno matrimonial, durante varios años, creyó construir una imagen ideológica, funcional, en realidad, a su proyecto de apropiación de recursos de poder. Ya hace muchos meses que intenta recurrir a esta imagen y llama a los fantasmas que representarían lo otro, su enemigo: llama a la oligarquía, llama al golpe, llama al imperialismo. Parece, sin embargo, que este recurso ya no genera las mismas consecuencias y su victimización no genera solidaridades sociales. Debería el Gobierno darse cuenta de que el espejo está roto y que no proyecta más una imagen que algunos creyeron ver. La realidad es más fuerte, la corrupción, las valijas, las narcoempresas, el financiamiento ilegal no pueden explicarse como complots de enemigos que impiden a un gobierno “popular” avanzar. Las cartas están sobre la mesa y el gobierno no tiene más fantasmas que convocar.
* Diputada nacional por la Coalición Cívica.
lunes, septiembre 29, 2008
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